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Colección

Un hombre que se crucifica sobre el techo de un automóvil, una mujer que se amarra a una mesa con la mitad de su cuerpo desnudo y manchado de sangre, muñecos untados de mayonesa y una serie de esculturas (todas de la misma persona) que se provocan placer sexual unas a otras. Todas remarcables obras. Obras de arte.

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Durante los inicios de la década de los noventa la denuncia social y política contenida en los proyectos artísticos se hizo más patente y aguda. Los movimientos creativos fueron dejando un poco atrás la idea de “cuerpo como soporte” y adentrándose en el cuerpo como imagen para abordar una pluralidad de experiencias de temáticas muy diversas como la manipulación genética, la enfermedad, la muerte, lo artificial, lo pos-humano, etc.​

El cuerpo es ahora un nuevo material y soporte con el que exteriorizar y representar experiencias, sentimientos, preocupaciones y reivindicaciones: “un cuerpo con mucho de antropomórfico, de autobiográfico, de orgánico o de natural, pero también de artificial, de posorgánico, semiótico, construido, poshumano y abyecto” (Guasch, 2000).

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En lugar de pintar sobre un lienzo o esculpir algún tipo de piedra, los ‘artistas del cuerpo’ sustituyen esos recursos comunes por su cuerpo o el de otros. Este tipo de manifestaciones artísticas toma fuerza en los años ochenta y noventa. Una gran cantidad de artistas encontraron en el cuerpo infinitas posibilidades de expresión, utilizándolo para fines diversos y temáticas variadas. Por medio del cine, la música, la fotografía y el performance vemos cómo, sin duda, el cuerpo y su movimiento son sinónimos de expresión: el medio de comunicación primitivo y universal por excelencia.

“El cuerpo es el espacio gramatical de lo visible y lo legible”.

José Alejandro Restrepo
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