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Curaduría

Revisitar el cuerpo como un escenario de fuerzas que riñen fieramente por el equilibro (o desequilibrio) de su orden pareciera, a primera vista, una noción que exagera la cuenta que damos de la cotidianidad percibida a merced de la rutina, pero ignorar este prospecto no le hace menos existente. Resulta que los cuerpos somos influenciados, sometidos y modificados por el poderío de esa fuerza indómita, esa que se llama Violencia.


Violencia, a grandes rasgos, comprende un estado de influencia capaz de moldear, entre muchas otras, la idea, el pensamiento, el espacio, la forma, el sentimiento, la materia, la corporeidad y el ser. Violencia es potencia.


¿Cómo así? Pues así. Deduzcamos.  


Violencia, su amplitud y el mito de dolor:


Según el concepto, podemos darnos cuenta de que la dolencia, el padecimiento y la punzada son relegadas a un segundo plano. No porque no hagan parte, sino porque su madre violenta es mucho más que derramamiento de sangre. Mientras que el dolo implica Violencia, esta no le necesita para existir. ¿Por qué?


Violencia es capaz de introducirse en el significado, de transmutar un símbolo, convertirlo en otro, convertirnos en el símbolo o hacer que el símbolo se convierta en nosotros.
Aprehendemos de violencias, de culturas. De cultura de violencia y violencias que son cultura. De culturas violentas, pero también de violencias cultas: lo que Nietzsche definía como la espiritualización de la crueldad. “El cuerpo es el espacio gramatical de lo visible y lo legible” (Restrepo, 2006).


Una idea impuesta ejerce un cambio en el pensamiento y en el ser tanto como un vidrio que taja la carne se lo produce al cuerpo. Una permuta económica produce un cambio en la necesitad y el tiempo tanto como la extracción de ADN permite la clonación. 


Violencia política, Violencia Cultural, Violencia Económica, Violencia Dolosa, Violencia Sexual, Violencia Científica, Violencia Académica, Violencia Artística… Podríamos continuar.


Es también preciso señalar que Violencia no es necesariamente peyorativa. Por ejemplo, los seres humanos tendemos a asimilar los significados de las cosas a partir de la deformación: de ideas, de objetos, de cuerpos: En el renacimiento se realizaban lecciones de anatomía (Teathrum anatomicum) se presentaba en escena el desmembramiento de un cuerpo que era estudiado por los espectadores que empezaban a comprender la composición anatómica. Violencia que genera conocimiento.


El cuerpo como escenario de violencias:


Hemos visto que un eje conyugal entre Violencia y nosotros es nuestro cuerpo.
Desde hace más de treinta años, hemos asistido a su culto: el ejercicio físico, la proliferación de los gimnasios, la manipulación genética, las tecnologías reproductivas, la industria cosmética, las cirugías reconstructivas, el cuerpo como objeto de deseo, el miedo a la enfermedad y el triunfo del placer, el temor a la muerte, etcétera. Todo esto también data de aquella relación que se produce entre ambos ejes temáticos porque sin negación, las especies vivas somos materias primas de Violencia.


Arte, cuerpo y violencia:


Durante los inicios de la década de los noventa la denuncia social y política contenida en los proyectos artísticos se hizo más patente y aguda. Los movimientos creativos fueron dejando un poco atrás la idea de “cuerpo como soporte” y adentrándose en el cuerpo como imagen para abordar una pluralidad de experiencias de temáticas muy diversas como la manipulación genética, la enfermedad, la muerte, lo artificial, lo pos-humano, etc.


El cuerpo es ahora un nuevo material y soporte con el que exteriorizar y representar experiencias, sentimientos, preocupaciones y reivindicaciones: “un cuerpo con mucho de antropomórfico, de autobiográfico, de orgánico o de natural, pero también de artificial, de posorgánico, semiótico, construido, poshumano y abyecto” (Guasch, 2000).


En lugar de pintar sobre un lienzo o esculpir algún tipo de piedra, los ‘artistas del cuerpo’ sustituyen esos recursos comunes por su cuerpo o el de otros. Este tipo de manifestaciones artísticas toma fuerza en los años ochenta y noventa. Una gran cantidad de artistas encontraron en el cuerpo infinitas posibilidades de expresión, utilizándolo para fines diversos y temáticas variadas. Por medio del cine, la música, la fotografía y el performance vemos cómo, sin duda, el cuerpo y su movimiento son sinónimos de expresión: el medio de comunicación primitivo y universal por excelencia.


Violare Corpus:


Entonces es, precisamente, la relación entre el cuerpo y la violencia la que se pretende analizar a través de algunos ejes temáticos establecidos. ¿Qué manifestaciones de este vínculo se han producido como evidencia artística?, ¿qué ocurre cuando nuestro propio cuerpo es expuesto como prueba de violencia?, ¿qué si esta demostración es visible en los cuerpos de otras especies?, ¿Qué pasa cuando la violencia es ejercida desde el exterior?


Son estas preguntas las que marcan el rumbo de esta exposición. Desde modificaciones genéticas hasta riesgo de muerte, la examinación de este fenómeno se divide en los salones Violencia

hacia otros cuerpos, Violencia autoinfligida y violencia ejercida del contexto, dentro de los que se aprecian los ámbitos desde los que abordamos cada interrogante.


Violare Corpus es la recopilación de ideas, investigaciones y arte que envuelven temáticamente el interés planteado sobre el concepto de Violencia, acercando esta noción metódicamente a la experiencia personal del espectador.

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(Para seguir el recorrido de la exposición, click aquí)

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